Todos conocemos los tipos de contaminación más comunes: en el agua, en la atmósfera y en el suelo pero, existe otra que, si bien percibimos, no estamos al tanto de que también es un tipo de contaminación.
La contaminación sónica (algunas veces llamada acústica o sonora) consiste en el exceso de sonido que, además de ser molesto, puede generar efectos fisiológicos y psicológicos nocivos para los seres humanos. A continuación, exploraremos un poco más sobre este tema.
Contaminación sónica: causas y consecuencias
Está
estrechamente relacionada con la ciudad y el sector urbano ya que de allí
provienen los ruidos más molestos para el ser humano: transporte público y
privado, maquinarias pesadas en construcciones, alarmas, música muy alta, entre
otros.
Todos
estos, cabe destacar, son provocados por los mismos seres humanos, sin
intervención ninguna del medio ambiente –a diferencia de la contaminación del
suelo, por ejemplo, donde los mismos microorganismos contribuyen a generar
algunos gases tóxicos.
Valores
La Organización Mundial de la Salud (OMS) dictamina que los 50 decibeles constituyen el nivel de confort acústico deseado, mientras que los 70 decibeles serían el límite superior.
Actualmente, la mayoría de las personas estamos expuestas a ruidos ambientales entre 55 y 65 decibeles, bastante cerca del límite.
Es importante resaltar que aún una exposición a niveles acústicos bajos puede acarrear graves consecuencias.
Mientras mayor prolongada sea dicha exposición, mayores probabilidades existen de que las lesiones causadas sean permanentes, incluso perdiendo la audición por completo.
Igualmente, una única exposición a un nivel alto podría generar las mismas lesiones auditivas.
¿Qué se está haciendo para evitarla?
Un inconveniente para el tratamiento de la contaminación sónica es el hecho de que se percibe solo por un sentido –auditivo– y por ello es difícil identificarla, al menos en comparación con la contaminación del agua, por ejemplo, que se advierte por olor, color y sabor.
A pesar de esto, en algunos países existen medidas para controlar dicha contaminación. En Chile existe la regulación del sonido en industrias, talleres y bares basada en un Decreto Supremo N° 146 del año 1997.
Igualmente, en 1999 se especificaron que los lugares de trabajo deben tener condiciones óptimas ambientales, incluyendo una exposición controlada al ruido.
En España se creó en el año 2003 la Ley del Ruido y en el 2006 el Real Decreo 286 también buscando regular la exposición al ruido que perciben los trabajadores en sus entornos.
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