Los avances en materia científica se han visto potenciados desde el siglo XIX y sobre a todo a partir del siglo XX.
De más está decir que todos estos avances han contribuido a que los seres humanos tengamos una mejor calidad de vida.
Los mismos han ido desde mejoras en nuestra salud, hasta desarrollar óptimas herramientas para poder llevar a cabo diversos trabajos.
Unos de los avances más destacados de los últimos tiempos tiene que ver con la ingeniería genética vegetal.

Veamos de qué se trata.

¿Qué es la ingeniería genética vegetal y para qué funciona?

La ingeniería genética da cuenta de la tecnología que permite controlar y modificar el ADN de todo ser vivo, bien sea del reino animal como del reino vegetal.
De esta manera se pueden solventar diversos problemas y mutaciones en el código genético, permitiendo la obtención de ejemplares más óptimos y de mejores condiciones.

Por mucho tiempo ciertas ramas de la botánica estuvieron estancadas, pues se había llegado a un límite de lo que se podía investigar con la tecnología o herramientas para la época.
Con la llegada de la ingeniería genética vegetal se reactivaron los avances en este campo.
Uno de los más destacados es que ahora se puede reconocer que los vegetales tienen más semejanzas con el reino animal de lo que se creía antes.
Este proceso, además, permite crear o generar plantas transgénicas, logrando esta acción en más de cuarenta especies vegetales.

Mediante el procedimiento, se ha conseguido que estas especies tengan una mayor resistencia al entorno donde se encuentran y a diversas enfermedades producidas por bacterias, insectos o virus.
Además, ahora pueden producir toxinas, antibióticos y diversas sustancias que luchan contra microorganismos dañinos.
En cuanto al aporte que pueden aprovechar los seres humanos en todo este proceso, podemos encontrar que estos vegetales han obtenido un aumento en su calidad nutricional.
De igual manera se han reducido los tiempos de desarrollo de algunas plantas que poseen frutos de maduración lenta.

De esta manera se permite la llegada de productos de óptima calidad al consumidor con un menor tiempo de desarrollo y, en cierto punto, a un menor precio final ya que se abaratarían ciertos costes de producción.
Por otro lado, también podemos aprovechar este ventajoso mecanismo en procesos farmacéuticos.
Mediante la ingeniería genética se pueden desarrollar plantas transgénicas que produzcan diversas sustancias aprovechables en el mundo farmacológico, como lo son los anticuerpos y diversas proteínas y hormonas; por ejemplo, la hormona del crecimiento.


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