Para el momento en el que se redacta este artículo, la Tierra cuenta con más de 7 mil millones de seres humanos, cantidad rebasada por mucho entre los otros miembros del reino animal y los integrantes del reino de las plantas. 

Cada individuo es el resultado de un milenario proceso evolutivo, desarrollado y transmitido a través de generación en generación; todo ello da como resultado que los miembros de una misma especie sean distintos entre sí: esto es conocido como variabilidad genética.

Gregorio Mendel y la variabilidad genética

En nuestra cotidianidad podemos notar que todos los individuos de una misma especie poseen comportamientos, formas y características que difieren entre sí. 
Estas variaciones fueron estudiadas por Gregorio Mendel en el siglo XIX, al estudiar el jardín de arvejas en el monasterio al cual pertenecía.

La variabilidad genética viene dada por dos elementos indispensables a la disposición de genes, la cual pertenece de manera inherente a la especie y que posee información relativa a la población en general. 
Por una parte está el material genético, el cual es el aporte paterno, y por otra parte se encuentra la herencia genética, que proviene de la rama materna. 
Todo esto ocurre en cada ser individualmente y es por ello que se pueden obtener fenotipos diversos a pesar de pertenecer a una misma especie, logrando, por ejemplo, que los seres humanos podamos tener diversos tipos de cabello entre unos y otros.


La principal importancia de la variabilidad genética es que a través del proceso evolutivo se puedan obtener seres de una especie que irán mejorando sus capacidades. 
Esto es debido a que es un proceso que se maneja por la ley del más fuerte; es decir, aquellos individuos que posean rasgos o características más fuertes lograrán que las mismas sean transmitidas a las siguientes generaciones, hasta que finalmente surjan individuos con fenotipos mejores adaptados a su entorno.
La finalidad de esto es que la población esté más capacitada para luchar contra componentes parasitarios, microbianos y ambientales; o, lo que es lo mismo, desarrollen la capacidad de luchar contra enfermedades, sustancias químicas o efectos ambientales perjudiciales.


Este componente es esencial para la preservación de una especie, eliminando las características más débiles o que no aportan ventajas sustanciales. 
Todas las especies necesitan adaptarse constantemente para poder sobrevivir y mantenerse a través de los milenios. 
No hay una sola especie que no haya pasado necesariamente por todos estos cambios evolutivos, que no se desarrollan con rapidez, pero que siempre están presentes.

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