Investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) y el Museo de Historia Natural de Berlín han descrito los fósiles de un rumiante del Mioceno que aporta nueva información sobre la evolución del linaje de las jirafas y de los rumiantes más emparentados con ellas. Encontrados en el yacimiento de la Retama (Cuenca), los fósiles de Xenokeryx amidalae, la nueva especie, demuestran el parentesco entre dos grupos de rumiantes: los paleomerícidos y los jirafoideos.
Los paleomerícidos, rumiantes parecidos a los ciervos y jirafas actuales, vivieron durante el Mioceno, hace entre aproximadamente 17 y 11 millones de años, en Eurasia, desde la Península Ibérica hasta China. Por su parte los jirafoideos son unos rumiantes enigmáticos de los que solo sobreviven dos especies: la jirafa, Giraffa camelopardalis, y el okapi, Okapia johnstoni,
El estudio de los excelentes fósiles de Xenokeryx señala que ambos grupos comparten un ancestro común que no lo es de ningún otro rumiante. Las líneas evolutivas de paleomerícidos y jirafoideos se separaron hace más de 20 millones de años pero ambos formaban parte de un grupo que los investigadores han llamado Giraffomorpha (rumiantes con aspecto de jirafa). “Xenokeryx no sólo nos ha permitido saber más acerca del grupo de rumiantes al que pertenece, los paleomerícidos, sino que además nos ha proporcionado datos de gran importancia acerca del origen y la historia temprana de la línea evolutiva de una de las familias de rumiantes más extrañas de la actualidad: las jirafas”, destaca Israel M. Sánchez, colaborador del Museo Nacional de Ciencias Naturales del CSIC.
Los machos de los paleomerícidos tenían grandes colmillos superiores y compartían con las jirafas, además de otros caracteres, un par de osiconos, apéndices craneales cubiertos de pelo que se sitúan sobre los ojos y que se diferencian de los cuernos o las astas de otros rumiantes. Lo más extraño de su anatomía era una estructura ósea bifurcada que les sobresalía de la parte posterior del cráneo a modo de peineta cuya función sigue siendo un misterio para los paleontólogos. “El análisis de los restos de esta nueva especie nos hacen suponer que los apéndices craneales de los rumiantes aparecieron bastante antes del registro más antiguo del que se tiene constancia”, explica el paleontólogo.
“Hasta ahora la mayor parte de los especialistas pensaban que los parientes más cercanos de los paleomerícidos eran los dromomerícidos norteamericanos, otros rumiantes con moño. Y es que, además de su complicada anatomía, el registro fósil de los paleomerícidos es escaso y bastante fragmentario, de ahí la dificultad para esclarecer sus relaciones de parentesco”, explica el Dr. Sánchez.
Para analizar los datos anatómicos de Xenokeryx y comprobar cuál de las hipótesis evolutivas propuestas hasta ahora era la más acertada, los científicos han utilizado un análisis filogenético que compara la morfología de Xenokeryx y de otros paleomerícidos con la de todos los grupos de rumiantes conocidos. Además han añadido información de secuencias de ADN de los grupos actuales al modelo, así como información temporal.
Juan López Cantalapiedra, investigador en el Museo de Historia Natural de Berlín, destaca: “Con toda esta información se ha podido por fin descifrar el misterio de los paleomerícidos y colocarlos en el lugar que les corresponde en el árbol de la vida. Xenokeryx amidalae, al igual que muchos otros descubrimientos paleontológicos, ejemplifica una de las cosas más fascinantes y excitantes de la paleontología: el hecho de que un nuevo fósil sea capaz de cambiar de forma significativa nuestras ideas sobre la evolución de linajes enteros y que de la noche a la mañana pueda dar solución a preguntas de las que no se conocía con certeza su respuesta”.
Fuente: MNCN
¡COMENTA!: